lunes, 1 de febrero de 2016

Isaura: eslava del mal gusto

 
Ante el boom reciente de Los diez mandamientos en la Record, repasemos la novela que recolocó a la emisora en el mercado de la telenovela.  
 
En Brasil Globo es sinónimo de novela. Y la Esclava Isaura de la Record lo prueba con creces. 
 
Basada en un clásico de la TV brasileña la emisora de la competencia fue mimética en todo – desde la cruz de Isaura hasta los grabados de la apertura – menos… en la calidad dramática de la trama.
 
Tan mexicana es su versión que nada extraña el éxito rotundo que tuvo en varios países de América Latina. Particularmente, Chile, donde remontó los 30 puntos. Proeza que no alcanzó ni Avenida Brasil, todo un hito por allá.
 
Argumento fantástico para el folletín, pierde brillo ante un texto atroz, absurdamente didáctico y plagado de situaciones malamente delineadas.
 
Herval Rossano, el director de ambas, parece atascado en el tiempo, con una realización estática, bien al estilo de la ética y el público de esa Casa.
 
No lo salva ni una producción más lujosa que la del 76, pero aún insuficiente si la comparamos con la Globo. El cartón se le sale por los poros y los exteriores siguen descoloridos y poco exuberantes.
 
Reciclado en esta, en la piel del comendador Almeida, Rubens de Falco, vive en la memoria colectiva del mundo, por su interpretación de Leoncio.
 
Pérfido, pero sutil, el magistral actor captó el recado de un Gilberto Braga, que no escatimó las artimañas del melodrama y, sin embargo, resultó mil veces más comedido que el adaptador de ésta.
 
Imperdonable es este ser tarado, recrudecido por un Leopoldo Pacheco burdo, gritón y demasiado aficionado a las muecas.
 
Mayara Magri, actriz mediana de los 80, vuelve en planos estelares, gracias a sus lazos con Rossano, con un personaje totalmente inédito e inflado, al punto de atentar contra el protagonismo de Isaura, cuya trayectoria, claro está, tampoco es muy rica y requiere de injertos creativos.
 
Pero aquí, francamente, se les fue la mano. La liberalidad de Tomasia, que se permite el sexo pre-matrimonial, aún con la esperanza de la boda, es casi tan improbable como la esclava, reconocida por su padre, el hacendado.
 
Los atrevidos diálogos y los reclamos de paternidad de Rosa, están fuera de cualquier racionalidad, incluso la ficticia. Mucho menos su posterior equiparación con la sucesión legítima.  
 
Una sociedad que despreció a los hijos naturales hasta el otro día, no le abriría las puertas al fruto de una sierva, triplemente repudiada,  por su condición de mujer, de cautiva y de negra.
 
El yoruba macarrónico del principio y las garrafales pifias socio-históricas, muestran un trabajo de investigación superficial y hasta desprecio por el africano. Si bien se adentra en el tema afro amordazado en la otra por los desmanes de la ‘prolífera’ censura.  
 
Así pues, Braga fue más que diplomático, cuando la consideró de una calidad similar a la suya. ‘Bien hecha’, esta Isaura, esclava del mal gusto, no está…
 
De cualquier modo, la serie marca un antes y un después en la producción dramática de su emisora, que embarca hoy en las novelas bíblicas y una precuela de esta historia, llamada Esclava Madre, que recibió más tiempo del que requería en el episodio uno y ahora se consagra por completo en una telenovela aparte.
 
Lástima, que ante el triunfo de los culebrones de ‘inspiración divina’ su transmisión esté en una dramático veremos.  

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