viernes, 11 de noviembre de 2016

Rock Story: directo al mentón


Algo han aprendido los guionistas brasileños en estos 'tiempos de series e Internet': hay que presentar la historia ¡ya! El mérito lo tienen las 'nuevas caras' que muestran menos inspiración y vocación de grandeza, pero sí mejor técnica y sintonía con la época. Rocky Story, de la debutante Maria Helena Nascimento, es prueba de ello.

La nueva novela de las 7 abre sin rodeos: Gui Santhiago (Vladimir Brichta), roquero en ocaso de carrera, se presenta ante el público con la esperanza de remontar problemas del pasado. Santhiago tiene el propósito de enmendarse y debe buscar más el éxito que el escándalo. Pero su alma rebelde, no logra encontrar el sosiego que se propone pues descubre - gracias la omnisciencia e inmediatez de la web - que Léo Régis (Rafael Vitti), una estrellita adolescente, le ha plagiado un número, lo está presentando en ese instante y ahí va él a discutirlo.

Cierto que la situación de por sí es forzada ¿qué artista va a dirimir un caso así en pleno show, además, cómo pasó la muralla de la seguridad que siempre rodea estas presentaciones?, pero esto es novela señores y además se justifica por su personalidad explosiva, ya anunciada cuando nos dicen que Santhiago le lanzó un botella a un espectador por el simple hecho de filmarlo.

Consciente de que el rock le añade adrenalina al relato, Nascimento, empieza a contar su historia en medio de la efervescencia de un concierto, pero no se limita a ello. Tras el choque en plena escena (foto), rápidamente, caemos en la situación familiar del artista que no es de las mejores: su vida en pareja va, como la carrera, cuesta abajo y no promete nada bueno a juzgar por el rechazo de su mujer Diana (Aline Moraes) y su hija.

Lejos de la ligereza del horario, en este capítulo inicial la autora se permite temas escabrosos, como los retos que enfrenta la juventud urbana y el tráfico de drogas. Ambos le sirven de detonante para lo que será el desarrollo de la trama. 

Gui 'descubre' que tiene un hijo: Zacarías (Nicolas Prattes) cuando una trabajadora social viene a notificarlo de un delito que comete éste.

Nuevamente, es un pie forzado. Ningún padre va a interceder por un hijo que, reconocido y todo, fue fruto de una locura de juventud y ha visto una vez en la vida. Menos, se lo lleva a vivir consigo en una mansión de lujo. No importan los argumentos.

Nascimento hace maromas para hacerlo lógico, ya que de ello depende una importante línea de su drama: la reaproximación y convivencia de un padre ausente y un hijo adolescente. Por eso, como manda la técnica, le impone a Gui el rechazo ¿cómo aceptar un fardo así, tan de repente? Un leve punto de giro le crea un cargo de consciencia y en corte directo ya los vemos a los dos en el primer embate de muchos que vendrán (seguro estoy).

Las cartas se ponen rápido sobre la mesa: el hijo se cree abandonado, el padre no se explica a dónde fueron a parar los alimentos que pagó durante años.

Un diálogo preciso, en el instante adecuado, más buenas actuaciones hacen totalmente llevadero el asunto. Aunque sin quitarle el sabor a cliché, ni explicar cómo Gui reconoce al hijo - nunca visto - en el albergue del reformatorio.

Por su parte, Nathalia Dill, en doble rol como las gemelas Julia y Lorena, es incriminada por su novio Alex (Caio Paduan). Camino a Nueva York, la joven recibe un oso de peluche que contiene estupefacientes.

Descubierta, Julia sufre un desmayo y es conducida a un hospital. Por el camino tiene un accidente y ante la perspectiva de una prisión injusta decide huir aprovechando las circunstancias...  Puro folletín.

Para digerirlo bien, cerca del final, nos refrescan los hechos que dieron paso a todo esto en un brevísimo recuento. Que es didáctico lo es. Pero la novela de las 7 nunca fue dada a sutilezas. Más duro es ver cómo la joven encuentra un taxi en lo que parece un bosque y el taxista acepta dólares (dólares que no le incautaron durante la requisa y que le quedaron en cantidad suficiente como para sufrir de lo lindo sin preocuparse por algo básico: trabajar).



La trama sigue 'hard'. El novio traidor, si es que nos quedaban dudas, se revela un completo canalla y amenaza a Julia con eliminarla a ella y a su gemela en Nueva York, lo que la obliga a una medida radical: cambiar de identidad. Si fuera Gilberto Braga, eso pasaría en el capítulo 50...

En consonancia con ese clima, Denis Carvalho y Maria di Médicis - en la dirección general - le dan un toque visual más próximo de la novela de las 9. Incluso, vemos la misma cámara nerviosa que tanto mal le hizo a Babilônia (Mujeres ambiciosas) y, sin embargo, aquí parece más pertinente. Al menos, en este primer segmento, que vamos descubriendo la personalidad caótica del roquero y las amarguras que habrá de enfrentar Julia...

Y eso la diferencia de las últimas novelas de las 7 que han tenido, como ésta, una estética medio hollywoodense, pero con más serpentina y confetis. Quizás, se esté apostando en 'otro' público joven. Uno más rebelde, menos frívolo y pretende - al menos a primera vista - atrapar por el toque de acción y por identificación con los conflictos de la edad y las generaciones...  

Los aires de comedia no se ven por ningún lado (y no por eso pierde, aunque sabemos que es la marca registrada del espacio). Rock Story tiene de todo para prender la atención y ojalá el público le haga justicia a la calidad que vimos en el estreno. ¡Ah!... y que se mantenga.

El primer beso no se hizo esperar
La apertura (haga clic aquí para verla) habla por sí misma: puros años 70, con un toque de psicodelia sepia.

Rock story: de lunes a sábado, a las 19h30, Globo

PS. Detalle interesante: como la anterior la Globo lanzó Rocky Story a mitad de semana y no un lunes como es costumbre. La idea debe ser mantener a los espectadores de la que se terminó el día previo.

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