Aún y cuando es un pastiche de todo lo que ha hecho Braga en materia de TV (desde Dancin' Days hasta Paraíso tropical), el tono que viene dominando en la actual Novela de las 8 (perdón de las 9, aún no me acostumbro) remite al edulcorado Maneco, ausente desde el fin de Vivir la vida (su más sonado fracaso).
Un inexplicable aire de moralina y morosidad transpira cada escena del folletín. Lo que se perfilaba como un gran culebrón - en el mejor sentido de la palabra - se ha vuelto un sonso resumen de la vida 'cotidiana' (entre comilas, claro está), con su respectiva dosis didáctica.
Sin ir muy lejos. El otro día 'descubrimos' que los gatos pueden 'provocar toxoplasmosis' (con derecho a protesta de los defensores de animales, que criticaron el dato por inexacto). ¿Cómo nos enteramos? Pues por una torpe secuencia, plantada para tratar el asunto. ¿Pensé, Maneco... qué haces aquí? Pero enseguida, recordé que la autoría está dividida con Ricardo Linhares y entendí todo (Mi buen querer, una de su pocas novelas individuales, tenía ese tonito simplista).
Pero resulta que Braga siempre fue bien sutil. La trama conllevaba al tema y por ende era aceptable. Tras las glorias de Vale todo, el autor reorientó toda su escritura, convirtiéndose en una especie de cronista crítico de la realidad social y política del país.
El problema es que sólo la primera se salvó del tono panfletero que dominó la parte ética de El dueño del mundo y Vidas cruzadas (Patria Mía).
En este caso, Braga rescata su debate entre el 'bien' y el 'mal' (honestidad vs. corrupción) de Vale todo. Raquel se transforma en Raúl y Fátima en Leo. La TCA, se convierte es CTA y se repite la eterna rivalidad entre hermanos, que desde Dancin' days viene arrastrando (¡qué trauma no?).
Resuscita la Darnele de Celebridad, bajo el nombre de Natalie Glamour y también el Sobradinho, con sus sambas e invitados especiales. De Celebridad también es Cristiano, que se remidió gracias al candor e insistencia de su hijo. Aquí es una niña que lucha contra el vicio del juego de su padre.
En la manga críticas a la homofobia y otros asuntos espinosos (novela brasileña hace muchos es sinónimo de polémica y mientras más escandalosa, más repercusión). Ya vimos algo parecido en su novela previa... Paraíso tropical.
De otro 'Paraíso', el de Benedito Ruy Barbosa es la silla de ruedas de Eriberto Leão. Parecería que el galán no pasó el tiempo suficiente en la trama campestre y ahora repite la dosis. Con la diferencia que no hay Santa Rita para hacer el milagro y tampoco constancia para seguir la fisioterapia.
Marina es tan sosa como Paula de Paraíso tropical. Desde que Malu Mader lo abandonó, Gilberto Braga anda desorientado y cada vez escoge peores protagonistas. Alessandra Negrini, no era ideal, pero al menos pasaba un poco de emoción. Paola Oliveira es carita y maquillaje nada más.
En muchas cosas Gilberto Braga ha ido al seguro. Sin querer arriesgar un ápice en el tan frágil horario estelar, cada vez más minado por la impopularidad. La gente ve la novela, más por costumbre, que por placer. Y aunque no negamos que la reiteración temática es parte del género, lo que viene sucediendo con los autores consagrados es escandaloso.
Ahora, si al menos viéramos al Braga habitual, le podríamos perdonar el ya gastado sonsonete de la ambición desmedida y la lucha constante por el dinero. Pero es que estamos en presencia de una novela medio desorientada, bastante sosa y sin fuerza (o sea, un producto made in Manoel Carlos).
Las escenas más tensas, transcurren sin una gota de música, como queriendo potenciar el anticlímax, haciéndolas más leves y menos dramáticas.
Entiendo, que Braga no quiera caer en el mismo bache de El Dueño del Mundo, en que el desquite de Marcia parecía forzado, debido a la simpatía del villano Felipe Barreto (Antônio Fagundes) y a la falta general de bases. Tampoco se puede repetir La Favorita (que a su vez es un casi plagio de Dancin' days).
Pero esta demora en una novela que será más corta que lo habitual - unos 180 capítulos - sencillamente hará que lo 'mejor' se quede apenas para el final, teniéndonos engañados en el 'mientras tanto'.
En eso sí vemos una marca del autor, fuera de Vale todo, ha dilatado el foco de su acción principal, en la creencia que el gran público se 'conecta' sólo dos meses después de comenzado el folletín...
Ahora, es mejor que Gilberto Braga apriete el acelerador y apague el piloto automático, porque sino va acabar tal cual Maneco, dándonos el peor producto de su zafra creativa... y sabe Dios si el último.

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