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    Mujeres apasionadas (2003) ya venía con la fama de Lazos de familia (2001). Ambas escritas por Manoel Carlos consagraron el estilo pseudos-realista y poco movido que él había ensayado antes en Historia de amor (1995) y Por amor (1997), mucho más ancladas en las estructuras clásicas.

    Aquí, el jeque de Leblon se superó con creces. Además de hilvanar una historia confusa, sin eje, ni rumbo, se dio el lujo de abusar de nuestra paciencia, con un presunto retrato de la realidad (de los ricos y famosos).

    Como en las historias anteriores, cargó la mano en la polémica y el elemento social, casi periodístico. Pero se olvidó de escribir la novela… Capítulos enteros desperdiciados en conversaciones artificiosas, diluyendo en sacarina temas que podrían ser interesantes si fueran tratados de otro modo.

      
    Lesbianismo, violencia doméstica, prejuicio social y contra los ancianos, celibato católico, alcoholismo, diferencias de edad en las relaciones, celos enfermizos, violencia urbana y cáncer, se vuelven nada en la pluma de Maneco que baratea cualquier asunto. Filosofía de supermercado al alcance de una masa predominantemente conservadora jugando al progresismo.

    Y para variar: tedio y más tedio, durante decenas de horas.

    Señora del destino (2004) fue una novela media, con buenos personajes y algunas situaciones interesantes. A diferencia de los autores previos, Aguinaldo Silva, cambió de estilo y procuró mantener el interés todo el tiempo. Sin embargo, para el ser el mayor éxito de la historia (en términos de público, no en términos de puntos), fue una trama tibia, sin el fuego de una gran telenovela.



    Empieza con el clásico robo del bebé (repetido desde Moisés en la Biblia y magnificado, sin duda, en el campo del melodrama, por El derecho de nacer, de Félix B. Caignet). Y antes de entrar en ‘materia’ demora bastante, visto el caso que Nazaré (Renata Sorrah), la gran villana, sólo reaparece en el capítulo 20 y tanto.

    Casualidad o no, aquí vemos nuevamente a Adriana Esteves, interpretándola en la primera etapa (reparen que todas estas historias tienen dos fases: una más corta de introducción, y la básica).       

    De nuevo política. De nuevo críticas veladas o explícitas. Elementos populares (o populacheros). El foco en la familia. La comida. Las relaciones comunitarias. La masa ‘reflejada como ella es’ (o al menos quisiera). Los capítulos de moderados a intensos (aunque nunca como un Gilberto Braga en sus buenos días).

    El tema ‘homo’, reflejado en su lado femenino (el único que los hombres toleran, pues los excita). Una madraza que lucha por el bienestar de sus hijos y por recuperar a su Lindalva querida. El suburbio como foco (no fue Avenida… la primera).  

    Su éxito es menos mediático que el de Mujeres… pero tampoco se justifica el superlativo ‘La mayor’. Señora… despegó con grandes ratings. Y los mantuvo. Lo cual es inusual. Sólo América (2005), de Glória Perez, perdía en términos de audiencia: 49 puntos de promedio. Tampoco muy justificados, dicho sea de paso.

    Muy diestra en el lenguaje novelero, pero poco organizada para expresarlo, la Pérez sembró miles de temáticas y núcleos regados por el mundo que alternaba de forma caótica (igual que luego pasaría en India, una historia de amor). Pero eso no alejó al público que toleró todas sus audacias temáticas.

    Pena que en el mundo no haya un soporte publicitario para sustentar un éxito artificial, como a menudo sucede en Brasil. América pasó sin pena ni ‘gloria’ en la mayoría de los mercados e incluso fue levantada en algunos.

    Páginas de la vida (2006), de Manoel Carlos, ya experimentó el cansancio del público. Después de un altísimo Ibope en sus primeros capítulos, la historia de la niña con Down demostró todas sus flaquezas.

    El mismo mundo edulcorado. Las mismas polémicas estériles con toque color de rosa. Sólo Santa Rita, abogada de los imposibles y personaje reiterado, era capaz de mantener a flote este barco lleno de personajes, pero sin rumbo. Eso no le restó credibilidad frente a un público que aún hoy la recuerda con cariño y lo que es peor ¡como una gran telenovela!


    Siguió una era de bajos números (por reajuste del Ibope). Y en ella, cualquier novela que pase de los 35 puntos se considera exitosa. Qué decir entonces Fina estampa (2011) y Avenida Brasil (2012) qué sorpresivamente remontaron las cifras esperadas y coparon la atención de los espectadores.

    El éxito de la primera se comprende. Pero de la segunda no. Aguinaldo retoma el clásico arquetipo de la mujer batalladora (Raquel – Vale todo, Maria do Carmo – Señora del destino) y los desvelos para mantener unida y a salvo la familia. Menos exaltada por la crítica que su sucesora, Fina… fue solar y positiva, lo cual ayuda mucho a la identificación.

    Sin embargo, Avenida… bebiendo en el clásico argumento de venganza (como vimos en un trabajo al efecto, pincha en el link) y ¡claro! del niño secuestrado y abandonado que regresa para recuperar lo suyo, se regodeó en una historia negativa de arriba abajo, oscura en términos visuales y con un desarrollo pobre (a pesar de los golpes de efecto).

    Y es justamente lo que más llama la atención que la historia – casi un plagio de Revenge, hecha por la ABC – que no haya ni un solo momento para la esperanza que siempre fue el plato fuerte del folletín. Ante la decepción de la vida cotidiana, la telenovela latina siempre brindó ilusión como consuelo. Pero en esta todo es maldad. 


    ¿Qué conclusiones nos queda sacar después de analizar, someramente, todas estas historias?

    Que el éxito se lo dieron justamente aquellos que no gustan de las telenovelas, pues la mayoría, a pesar de sus raíces folletinescas, violaron los más sagrados postulados de las mismas.

    Contingentes emergentes que se sumaron al público cotidiano, ese que en los tiempos ‘normales’ daba los 40-42 puntos de base (hoy 30-35) y que aumentaron, artificialmente, sus indicadores hasta ponerlos por las nubes.  

    En cada uno, el suyo. Los cibernéticos, los campesinos, los suburbanos, los patriotas, los socialistas, los ecologistas, los gays y un largo, pero largo etcétera. Pero todos con la pretensión de que estaba viendo ‘algo diferente’, digno, por tanto, de ver (diferente de esos culebrones ‘insulsos’ que ‘sólo pretenden entretener’).

    Basta sólo revisar los comentarios de la época para darse cuenta de que las novelas rechazadas o de mediana repercusión eran tachadas como convencionales, repetitivas e incluso ¡malignas! (como muchas veces se dijo de Paraíso tropical, Passione o Insensato corazón).

    Nadie vio los excesos de perversidad de las historias de João Emanoel Carneiro que es, de todos, el autor que más taras refleja en sus personajes los cuales hace, con todo propósito, retorcidos y poco atractivos (véase también La Favorita, otra exaltada a la categoría de las grandes).

    Ni se reparó en los clichés que de tan reiterados llegan a ser ofensivos a la inteligencia humana.  

    No valen por su esencia, sino por lo que las adorna. Y en el extra, es que se montan los pasajeros ‘pasajeros’ de este tren que se llama telenovela… 

    ¿Son las peores...? (I)
    Telenovela brasileña causa furor en Cuba y se estrena en canal hispano de los E.U.A.

    Por fin, sucedió: los cubanos ya saben quién es la buena y quién es la mala de la popular telenovela La Favorita. En el capítulo de este martes - el 46 de la edición internacional - se reveló el misterio, que tuvo a buena parte de la audiencia dividida entre las dos opciones ¿quién mató a Marcelo? Y aunque no hay números - pues en Cuba los ratings no se publican - las opiniones en la calle y en la red no dejan duda de algo: el folletín es todo un éxito en la isla.


    A juzgar por los comentarios dejados en el artículo "La favorita, nueva telenovela" del sitio Cubasi.cu los televidentes cubanos son unánimes en tres cosas: la novela, Zé Bob y Donatela (foto), todos están buenos. Los hombres no dejan de apreciar a la despampanante Claudia Raia, que a pesar de su personaje caótico e impulsivo, logra capitalizar la simpatía generalizada. Por su parte, el segmento femenino - mayoritario, como es natural - no esconde su fascinación por Carmo de la Vecchia, que recibe todo tipo de piropos por parte de ellas, a despecho de la opinión de sus congéneres brasileñas, que lo veían desaseado y peludo.

    "Lo máximo, excelente, buenísima", son de los argumentos que más se repiten entre los comentarios de los internautas, que también parecen estar muy satisfechos con el suspenso y el ritmo de cada capítulo (contrario a lo que sucedía, con la sosa Páginas de la vida). Hasta el martes, muchos también se sentían confusos en cuanto a la clásica división de roles: la damita y la villana. Pero a diferencia de Brasil, donde a pocos se le activó el espíritu detectivesco, la mayoría se sintió estimulada con esa duda y vio en ello un elemento novedoso, coincidiendo con la crítica especializada del país sudamericano.

    Sin dudas en ello inciden los índices de escolaridad media de Cuba. Y aunque en la isla está proliferando el fenómeno de las telenovelas mexicanas por video, DVD y antena parabólica (a pesar que muchas han sido recogidas, pues suponen un acto de piratería), la mayoría las ve con sentido crítico, pues ya se sabe desde el principio cuál será el final y el destino de las parejitas. Lo cual es un punto a favor de la realización brasileña. También su realismo y la variedad temática. No faltan aquellos que disfrutaban el tono azucarado de la predecesora, pero no por ello dejan de verle virtudes a la actual.

    La queja en cuanto a la retransmisión de telenovelas cubanas y a su calidad, se repitió con bastante frecuencia. Muchos propusieron transmitir la novela extranjera todos los días o en su defecto, importar otro serial para cubrir el espacio, que hasta hace poco ocupó la repetición del poco popular Balcón de los helechos.

    Galanes, como Cauã Raymond (Halley) y Murilo Benício (Dodi), son llamados 'mangones', término de reciente creación, que califica a un hombre sexy y bien parecido en extremo. Los toques de comedia también son apreciados por los espectadores antillanos que tienen por delante varios meses de tensión gracias a las maquinaciones maquiavélicas de la ya evidente villana Flora (Patrícia Pillar).

    Previo a su estreno, la expectativa era alta, pues el cubano está acostumbrado al producto de la TV Globo. Le reconoce alto nivel de producción, verismo y sobre todo, la calidad de las actuaciones.

    Y mientras esto sucede en la isla, en su alter-ego, la península de la Florida (EUA), las emociones de la trama de João Emanoel Carneiro sólo empiezan a mostrar su potencial y al parecer con buen resultado, a pesar de su horario bastante poco halagüeño (el mediodía). La Favorita se estrenó hace unas dos semanas - 19/04 - por Telemundo, en sustitución de América, otra producción de la Red Globo de Televisión, que veía manteniéndose en el margen del 2% de audiencia. Inicialmente, tendría dos horarios, el mencionado y las 23h30, sin embargo, en las últimas

    Por su parte, otra novela ya vista por los cubanos de la isla, podrá ser disfrutada por los cubanos de aquel estado norteamericano: AméricaTeVe, canal local, programó para las tres de la tarde la ya mencionada Páginas…

    Amigos, aunque poco usual que publiquemos materiales de otros sitios, me pareció muy lúcida la crítica de este periodista cubano, que analiza Páginas de la vida, que llega este sábado a su final por las pantallas cubanas.

    Pero ojo, porque Páginas... es un producto peculiar. La singulariza su vocación de prometer a sabiendas de que no va a cumplir. Hablemos por lo claro: esta ha sido una de las telenovelas más tramposas, superficiales y sensacionalistas que se hayan visto en Cuba. Y el hecho de que sea pretenciosa no hace más que acentuar esas características.


    Por Yuris Nórido
    FOTOS: Teledramaturgia.com

    La telenovela brasileña Páginas de la vida se despide del horario estelar de Cubavisión con altísimos niveles de teleaudiencia. De hecho, durante el tiempo que estuvo en pantalla mantuvo siempre los primeros lugares en el rating.

    Las cifras son importantes, muy importantes, sobre todo en un medio de tanto impacto popular como la televisión; pero no bastan para medir la calidad de una obra.

    Y Páginas de la vida está muy lejos de ser el producto contundente que su promoción previa auguraba.

    Manoel Carlos ha pasado, una vez más, gato por liebre. Ha confundido contención con aburrimiento, profundidad y valentía con demagogia y sensacionalismo.

    "PÁGINAS DE LA VIDA HA SIDO OTRO EJEMPLO DE CÓMO ALARGAR HASTA LO INDECIBLE LAS TRAMAS"

    El más de un centenar de capítulos, narrados con lentitud que pretendió ser comedimiento pero que muchas veces resultó exasperante, muy bien que pudieron ser resumidos en treinta o cuarenta, sin que hubiera que sacrificar ningún conflicto.

    Es más, al final ha resultado que buena parte de los personajes fueron simple y llanamente comparsa, porque poco o nada aportaron a la progresión y la muy tardía consolidación de la historia.

    Páginas de la vida ha sido otro ejemplo destacadísimo de cómo alargar y alargar hasta lo idecible las tramas, algo común y hasta necesario en el género, pero que debe sustentarse en una arquitectura dinámica, cambiante...

    Las reglas son claras: puede que en definitiva no pase nada, pero debe dar la impresión de que está pasando. Aquí el escritor ni siquiera se tomó el trabajo de prodigar peripecias.

    Dio muestras, eso sí, de gran pericia para armar diálogos verosímiles y hasta chispeantes, para recrear con organicidad y buen gusto situaciones de la cotidianidad...

    Daba gusto verlo regodearse en larguísimas escenas en las que los personajes hablaban con toda la naturalidad del mundo, gran virtud en un medio donde abunda la caricatura o el funcionalismo a ultranza.

    Pero en definitiva escaseaba el pollo del arroz con pollo: la sustancia dramática.

    Para gustos se han hecho novelones: habrá quién disfrute de esas largas divagaciones. Este redactor, incluso, puede llegar a disfrutarlas, siempre y cuando no quede la sensación de que se ha asistido a una representación vacua y caprichosa.

    "EN CUANTO A ACTUACIONES, NADA DEL OTRO MUNDO; A NO SER EL ADMIRABLE DESEMPEÑO DE LILIA CABRAL"

    Afortunadamente, la puesta en pantalla alcanzó los altos estándares de las producciones brasileñas. Al menos nos quedó la satisfacción de apreciar un producto bien iluminado, ambientado, fotografiado...

    Pero aquí, incluso, asoma la oreja peluda de la monotonía. En Páginas de la vida todo, absolutamente todo, es de diseño, todo es glamoroso, todo es nuevo y reluciente, como acabado de comprar en una boutique... Uno termina por extrañar el contraste con objetos más cotidianos, menos rebuscados, que muestren de alguna forma el paso del tiempo, esa coexistencia de artículos nuevos y no tan nuevos que hacen un hogar, por muy de clase alta que sea.

    En cuanto a actuaciones, normal, con alguna que otra tendencia a lo mediocre. Hay, eso sí, un desempeño admirable: Lilia Cabral, inmensa en su personaje de Marta, a medio camino entre lo trágico y lo esperpéntico. Particularmente notables resultan sus escenas de desequilibrio emocional, conseguidas a golpe de estudiada gestualidad.

    Destacan también su compañero de elenco, Marcos Caruso, en el rol de Alex; Renata Sorrah como Teresa; y Danielle Winits, como Sandra...

    En general, hay oficio y no mucho más. Tampoco es que hubiera grandes oportunidades de lucimiento. Ni siquiera actores de la talla de Tarcisio Meira, Sonia Braga o Viviana Pasmanter logran sacar a sus personajes de la medianía.

    Es más, otros intérpretes más que probados, como la incombustible Regina Duarte, acentúan con grises y rutinarias caracterizaciones a sus grises y rutinarios personajes.

    Las exigencias del libreto, en todo caso, son pan comido para actores del nivel y la experiencia de buena parte de este elenco.

    Hasta aquí, pudiera parecer que Páginas de la vida es una más de muchas telenovelas sin demasiadas penas ni glorias.

    "SE NOS PRESENTA UN ABANICO DE TEMAS POLÉMICOS... PERO A LA LARGA RESULTA QUE NO SON MÁS QUE UN GANCHO"

    Pero ojo, porque Páginas... es un producto peculiar. La singulariza su vocación de prometer a sabiendas de que no va a cumplir. Hablemos por lo claro: esta ha sido una de las telenovelas más tramposas, superficiales y sensacionalistas que se hayan visto en Cuba. Y el hecho de que sea pretenciosa no hace más que acentuar esas características.

    Se nos presenta un abanico de temas polémicos, insuficientemente abordados por las telenovelas más tradicionales: la convivencia con personas discapacitadas; los prejuicios raciales; el drama de la violencia casi radical; los entuertos del sistema judicial; el alcoholismo y la anorexia; el VIH; el aborto...

    Se nos vende la idea de que el tratamiento será incisivo, cuestionador: una novela sobre los retos de la vida.

    Pero a la larga resulta que todo no fue más que un gancho, un burdo gancho para captar la atención. El abordaje de estos asuntos fue, casi siempre escandalosamente superficial, puros resortes para mover la historia.

    La relación de la doctora Helena con su hija adoptiva Clara, síndrome de Down, es digna de una postal de navidad: toda luz, toda alegría. Muy pocas palabras sobre el verdadero reto de criar a una niña con esas características, de contribuir a su inserción social y su realización personal, con toda la dedicación, el esfuerzo, el sacrificio y (también, por supuesto) la satisfacción que implica.

    La única sombra sombra en ese proceso -descontando el conflicto inicial a la hora de encontrarle escuela a la niña- es la amenaza de que la familia biológica prentendiera hacerse de la custodia. Que la niña fuera Síndrome de Down aportó muy poco a la historia (quizás alguna cuota de sensibilidad).

    "ES MÁS AUTÉNTICO UN FOLLETÍN TRADICIONAL, QUE UN CULEBRÓN CON PRETENSIONES DE DRAMA REALISTA"

    Otros conflictos están tan sobredimensionados que rozan la caricatura, como esa niña que tiene tantos prejuicios raciales que ni siquiera es capaz de ver a un negro por televisión, no puede evitar mirar hacia otro lado visiblemente afectada... Lo difícil de creer es que pueda admirarse tranquilamente al espejo, siendo ella misma mestiza.

    El castigo, por supuesto, tenía que ser ejemplar: la madre muere quemada y ella tendrá que vivir con una negra. La falta de sutileza es rampante.

    Por otro lado, abunda la moralina, particularmente en el patriarcado del señor Tide, que más bien parece apostolado (con su oveja negra, cierto, la hija desquiciada por los celos).

    Y no falta la hipocresía disfrazada de sensibilidad con los grandes problemas del mundo, como cuando un grupo de elegantes contertulios asisten graves, impactados y circunspectos a la proyección de imágenes de pobreza filmadas en África. Escenas que, por cierto, podían haber filmado a la vuelta de la esquina.

    Páginas de la vida nos reafirma una idea: resulta mucho más auténtico y plausible un folletín amarrado a las sempiternas peripecias de la pasión, que un culebrón con pretensiones de drama realista.

    Por: Antón Vélez Bichkov

    Quien anda sediento de emociones positivas y pocos sobresaltos tiene la salida perfecta en las telenovelas del brasileño Manoel Carlos. Contrario a su tan cacareado realismo – la vida misma, como él insiste en calificar sus novelas – en todo folletín con la firma de Maneco hay muchas caras lindas, cuerpos lindos, casas lindas y un sinfín de situaciones también lindas en que la sustancia, lo esencial, va aflorando en discretas oleadas, que van y vienen plácidamente, con el mismo sentido que lo hacen las olas del litoral carioca, es decir: ninguno.

    La vida es una gran ‘telenovela’, sólo que sin ritmo, ni cadencia determinada. Las cosas lo mismo suceden, que no. Y puede ser que después de la monotonía de días siempre iguales, con horarios fijos y pocas emociones positivas, venga una racha de desgracias (en el más estricto sentido de la palabra), que nos hagan perder no sólo la fuerza, sino la fe en que Dios existe (¿será que eso es justo?, se dirán). Pena que el amor y las pasiones exacerbadas, por estos días, escaseen y, aunque mucho lo añores, pocas veces tenemos esos romances retumbantes que suelen conmovernos en este tipo de programas televisivos.

    Así pues, Manoel Carlos, ha encontrado en esta irregularidad vital su fórmula. Más bien su justificación para no exprimirse el cerebro generando nuevas y atractivas situaciones. Quizás haya una mezcla de las dos cosas, en definitiva le funciona y a los ejecutivos de la Globo, lo demás, poco le importa. No les importa la falsedad de la premisa que por mucho que jure inspirarse y copiar la realidad, de real tiene bien poco. No les importa que se subviertan todos los principios de una teledramaturgia moderna y efectiva, que aunque no siempre sea artística, sí demuestra gran funcionalidad. No hace falta coherencia, hacen falta hechos y emociones, algo que prenda al espectador contemporáneo, cada vez más apático y difícil de complacer, durante nueve largos meses.

    Pero Maneco pasa todo esto por alto. En definitiva no sólo tiene la bendición de la cúpula global, sino una rara afinidad con las audiencias, que aunque se saben traicionadas (todo el mundo entiende que ese universo color de rosa sólo existe de lunes a sábado, a las 21h00 y nada más cuando está en el aire la historia de alguna nueva Helena) y por momentos aburridos (no hay forma de entretenerse sin perder la paciencia con sus culebrones), siguen dándole puntos en el Ibope (Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística) e incluso fuera de fronteras.

    Emociones, no se puede negar, que por aquí abundan, pero es que una trama novelesca no todo se puede construir a partir del lloriqueo y el rosa exacerbado.

    “El cuartito está igualito” (estribillo de canción popular cubana, que denota la falta de transformación)

    Ahora bien, la TV Cubana, teniendo en el tintero la opción de transmitir Belíssima, luego de la dilatada Mujeres apasionadas, prefirió emitir Páginas de la vida (también de Manoel Carlos) y así mantener esta estética edulcorada y saturada de falsedades, sólo por su gran carga didáctica. Se despreciaron los niveles de tolerancia que un público puede tener (y en Cuba no son pocas, habida cuenta que las novelas sólo se transmiten 3 veces por semana). Luego de casi 14 meses de Mujeres apasionadas, ahora vienen las Páginas de la vida, que deberán durar idéntica cantidad de tiempo, con idéntico repertorio se situaciones, actores y reacciones.

    Volveremos a oír esos diálogos imposibles, impronunciables por un ser humano de carne y hueso, repletos de filosofía barata, un sinfín de ideas prefabricadas (está resumido aquí todo el repertorio ideológico de las amas de casa y las mujeres ‘sensibles’) y mucha, pero mucha sacarina. Vuelve la pugna poco inquietante de valores y antivalores. Pero no sólo.

    Páginas de la vida es la cuarta telenovela de Maneco que veo y confieso, que cada vez me decepcionan más. Felicidad (1991), como Novela de las seis al cabo, no tenía muchas pretensiones y aunque su ritmo no era desenfrenado, se podía percibir una espina dorsal clara y definida. Por amor (1997-98) no la pude ver desde el principio y probablemente por ello no percibí ese sentido errático de la trama, al menos en los comienzos, cuando no está claro cuál va a ser el asunto principal.

    Ya Mujeres apasionadas y Páginas de la vida son, sencillamente, caóticas; un jumbo cargado de pasajeros, cuyo destino y trayectoria no se definen – no quiere adelantarse, para no meter la pata. ¿Se imaginan lo que sucedería si un avión sale sin rumbo fijo y anda así al garete por esos cielos del mundo? Pues corre el riesgo de agotar su combustible y caer. Eso fue justamente lo que le sucedió con esta telenovela, que contrario a Mujeres… cuyo éxito fue ascendente (vino de menor a mayor), no supo mantener sus índices y se desmoronó para los finales. Es evidente que empezar con 50 y terminar con 40 es bastante vergonzoso.

    Así Páginas… va con ese ritmo somnífero, donde todo busca agradar, aunque en ello no se respeten las jerarquías dramatúrgicas. Se gastan horas y horas de video en conversaciones estériles que no aportan al desarrollo de la trama y lo que podía asimilarse como un esbozo sutil de la historia, no pasa de torpeza de un autor que se pierde entre sus tantas y no muy originales criaturas.

    La telenovela no sólo repite hasta la saciedad las mismas caras – más parece una fotocopia, que un casting pensando – sino que reitera la galería de tipos (personajes es una palabra demasiado grandilocuente para estos caracteres robóticas y poco originales), que dicen y hacen lo mismo. Una vez más José Mayer es el machazo otoñal asediado por mil y una mujeres (agradecer a Dios por la apatía de Antônio Fagundes, sólo le resta a este actor encasillado en el mismo rol). Regina Duarte debe hacer milagros (o sencillamente encender el piloto automático), para darle un aire nuevo a su ya tercera Helena, cuya diferencia con las anteriores debe ser la escenografía y la profesión en que se enmarca.

    Nombres y más nombres – entremezclados con algunas figuras casuales (el propio Maneco debe aburrirse de escribirle siempre a los habituales). Sólo falta ver ¿qué rol le tiene asignado a su hija Juliana Almeida?, otro lugar-común en sus 'creaciones'.

    Una vez más vemos lo bella que puede ser la vida en Leblon. Señor ¿por qué no nos mudamos todos a ese barrio carioca? Ahí no hay desempleo, no hay hambre, no hay conflictos. Todos se conforman con lo que tienen y si alguna ambición, sueño o aspiración asoma, no se lucha por ella. Se espera a que caiga del Cielo el objeto de nuestros deseos, porque en definitiva, tarde o temprano sucederá. La novela debe acabarse algún día ¿no es así?

    Todos cumplen cabalmente el rol social que se les ha asignado, pues este es intangible. Los ricos son nobles y virtuosos. Véase el caso de Tide (Tarcísio Meira) y de su ‘sagrada familia’, poco le falta para ser José y Lalinha (Glória Menezes), María, La Virgen. Claro que Jorge (Thiago Lacerda), difícilmente, pueda ser Jesús, luego de haber disfrutado de la hija de la criada y hoy despreciarla, justamente, por ser eso la hija de la criada.

    Todo el familión, bellísimo y perfecto, está lleno de ideales altruistas. Sueñan con construir un centro cultural, en una ciudad donde dos de cada tres morros hospedan una favela. No es que desprecie el valor de la cultura como factor de redención social, sin embargo si la idea es ‘hacer caridad’, bien valdría intentar algo más…

    Sandra (Danielle Winitz), como plebeya al fin y al cabo, es un saco de imperfecciones. Como ya dijimos el hijo de los patrones la trata como un trapo, pero eso es natural, pues primero es rico y segundo es hombre. Para el público, sin embargo, él sigue proyectándose como el galán ideal, el sueño de toda mujer.

    Otro tanto es Marta (la espléndida Lília Cabral), mujer de valores pequeño burgueses y malvada, justo a la altura de su status social (clase media baja). Esta es la fuente de todos los males, parece, pues la Doris (Regiane Alves) de Mujeres… padecía de ese mismo mal. O peor, la abuela de Salette, cuya miseria humana parecía mayor que su pobreza económica. Las Helenas, como siempre, la encarnación de lo perfecto (en ello se incluye su status universitario, su cultura, clase media alta, etc.)

    Otra vez los ricos son ricos en abstracto. El dinero les cae del cielo, pues ninguno trabaja, ni tiene un negocio definido. Son ricos porque sí, otra vez, por la gracia divina (pena que sea tan poco justa). Al menos en Por amor, había una definición del métier (profesión) de Atilio, Marcelo y Arnaldo (arquitectos).

    Holanda es preciosa. Río de Janeiro también. Ambos tienen magia en pantalla, sobre todo por el empeño que en ello pone Jayme Monjardim, director de núcleo. Esto sirve para atraer a buena parte de los espectadores que sólo los podrán conocer en postales o, justo, en novelas de la Globo. Pero hacer de Ámsterdam y la Ciudad Maravillosa el único factor de gancho en estos primeros capítulos es, sencillamente, criminal. Poco es el tiempo que disponemos y si el que tenemos lo perdemos ¿pues qué hacemos?

    El doblaje mexicano es estridente y los excesos de vitalidad de los brasileños (también forzados, ese ‘alto astral’, como se dice por allá, seguro busca reforzar el ánimo decaído de sus espectadores), en voces de actores mexicanos la mayoría de las veces suenan escandalosos y ridículos.

    Por ahora, Helena, salvo vivir su indecisión sentimental al respecto de Greg y vivir el recuerdo triste de su hija muerta, poco nos dice y hace. Ya Nanda (Fernanda Vasconcelos) va mostrando sus penas. El resto de los personajes (abundantes al punto que se irán perdiendo poco a poco), sólo hace rol de extras y figurantes, dando alguna que otra apoyatura a las situaciones que Maneco ha priorizado en estos capítulos. Puede ser que la cosa cambie, pero el que ya vio Mujeres apasionadas y tiene un mínimo de observación podrá sacar sus conclusiones pues el mundo de esta novela es sumamente previsible, pues es la historia de una Helena más.

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