Dicen que las novelas 'heredan' a sus antecesoras. Los (de)efectos de la anterior pasan casi íntegros a la que sigue, como estrategia para atenuar el golpe del cambio y el bendito 'luto' que se establece, sobre todo, si la historia ha sido muy popular.
No siempre pasa. A veces, el contraste es demasiado fuerte y eso también deja su huella para bien o para mal (recuerden a los huérfanos de Avenida Brasil con La guerrera y el alivio que causó Imperio cuando reemplazó La sombra de Helena).
En el caso de A lei de amor (Sombras del ayer, en versión internacional), primera novela estelar de Maria Adelaida Amaral y Vincent Villari, hay una mezcla de ambas tendencias.
La historia recién estrenada en el horario central de la Globo, viene con la densa sombra de Velho Chico que se despidió de la pantalla entre elogios y críticas.
Para contentar a los hastiados y no traicionar a los satisfechos - por lo general los críticos, que endorsaron la 'osada' estética de Luiz Fernando Carvalho, el director - hay que hacer malabares y los malabares no siempre salen bien.
Veamos...
Difícil no recordar en las primeras escenas las aguas del fatídico río San Francisco que, en irónico guiño de la realidad a la ficción, se cobró la vida del protagonista Domingos Montagner.
Hasta el color verdoso del Viejo Chico - apodo que da título a la obra - fue reproducido en la omnipresente represa que nos aguó la vista de tanto verla en este capítulo inicial.
Helô y Pedro se conocen ahí. Helô y Pedro se enamoran ahí. Helô y Pedro se aman ahí. Sólo faltaría que también se ahogaran, pero entonces no habría novela.
"Cualquier semejanza con tramas precedentes no habrá sido mera coincidencia..."
Este cartelito no lo verán al final del episodio como suele suceder. ¡Claro que no! porque no ha habido coincidencia alguna. La Amaral nunca fue tan 'rural'. Ni siquiera en sus miniseries de época.
Por eso, es casi evidente, que se ha buscado imitar en lo más posible la historia anterior para que haya un tránsito fluido entre una y otra.
Sucede que suena falso, incluso demagógico oír Asa branca - un clásico caipira - tocado por el padre de Helô en su armónica, junto con ¡El cóndor pasa! - otro clásico, esta vez de la música andina - adornando las peripecias en la kermés, un ejemplo más de 'ruralidad' (al menos en mi concepto).
Yo sospecho que la selección de El cóndor... tiene su subtexto. Pero como en la reseña de Velho Chico dejamos esos análisis para otro tipo de blog.
Ahora, no podemos olvidar que la política se ha vuelto consustancial a las novelas brasileñas, si son de las 9 más y A lei... aunque de modo leve, trata el tema conscientemente en esta 1ra fase.
Tan consciente es que cae en el panfleto, repitiendo frases hechas e ideas prefabricadas sobre la corrupción política y la honestidad de los votantes.
La apertura que entró ¡en el min. 39! también tiene ese aire campestre. Pretenciosa, inexplicable, parece una propaganda soviética de los años 70.
El tono reposado con que se cuenta A lei.., también nos recuerda el estilo de Benedito Ruy Barbosa, cuya 'escuela' y edad no le permiten grandes sobresaltos.
De Benedito es la división en fases que vimos además en varias novelas de Aguinaldo Silva. La 1ª parte de Imperio no sólo trae a Chay Suede (Pedro joven) si no que fue tan aburrida e innecesaria como esta.
Otro que repite es Tarcício Meira, con un personaje bastante parecido al de Velho Chico. Suerte que sólo lo vimos en el cap. 1, sino encontraríamos más puntos de contacto entre su coronel Jacinto y Fausto, el industrial, que separa a los jóvenes en esta 1ª etapa. En las relaciones de poder y las novelas poco cambia.

Hasta ahí las semejanzas. En los demás A lei... no está a la altura de Velho Chico que brilló por una exquisita, aunque a veces recargada dirección. Lea: Velho Chico: el 8º Arte
Fiel a su costumbre, Denise Sarraceni - la directora general - nos presenta una imagen plana, sin matices, ni belleza.
Le falta el aire de ópera audiovisual, la inspiración y poesía que vimos en la primera entrega de la anterior telenovela.
Quizás esa es la idea: borrar cualquier atisbo de sofisticación innecesaria que tanto reclamaron los espectadores con aquella.
La ambientación falla cuando nos pone carros tipo años 80 en una fase que se desarrolla en 1995. Cuando ya en Brasil, particularmente, en sus telenovelas desfilaban carros de último modelo. Muchos de ellos de lujo, insertados como parte del merchadising y para recalcar el status de los personajes.
Confieso que me dio bastante pereza ver este capítulo. Y mi recelo se confirmó. Historia gastada, floja. Diálogos didácticos. Elenco sin gracia.
Nada de lo que cabría esperar en un libreto firmado por la competente Ma. Adelaide y su fiel escudero Vincent. Muy a pesar de que no gusta del género, la Amaral ha escrito algunas historias memorables entre ellas Ti Ti Ti (2010) y Ángel malvado (1997), cuya reprís ofreció la Globo estos meses.
La acción comienza apenas en el minuto 45 cuando Jorge, padre de Helô, trata de asaltar la fábrica donde trabajaba con una pistola de juguete. Fausto, el expatrón, es inflexible y no oye el ruego de la chica. Jorge es víctima de una rebelión y muere a mano de otros presos.

Muy a pesar de ello, la família Leitão se reune para una gran cena, cuyo plato fuerte es la frase que oímos mil veces en Babilonia (Mujeres ambiciosas) y otras cien novelas con idéntica base: "Yo quiero justicia, Ud. mató a mi padre dr. Fausto". ¡¿Hasta cuándo?!
La banda sonora no presentó nada que conquistara nuestro oído. Un fado, dividido entre una cantante portuguesa y Marisa Monte, pretende ser el 'tema de amor' de la pareja (bastante sonsa de por sí).

La villana, la gran carta de triunfo de todo culebrón que se precie, también dejó que desear. Vera Holtz no dio la talla como arpía en Paraíso tropical. Aquí, con un papel mucho más acentuado, me sigue parecindo muy seca, sin el charme raya glamour de una reina del mal...


Reynaldo Giannechini, ahora de rubio (foto abajo), sigue tan verde como el primer día - aunque piense lo contrario. Aun así, es un galán con todas las letras, a pesar de que ya pasaron algunos añitos. Pisándole la cola y con más libras de la cuenta, está Thiago Lacerda (foto abajo), que también hala público.
A primera vista los personajes de Grazi Massafera y Cláudia Raia traen un toque humorístico-sensual. Mientras que la parte lacrimógena le toca a Letícia (Isabella Santoni) la hija de Helô que padece de cáncer.
Ahora, lo más escandaloso de este cambio de época es el casting desigual, sobre el que reparó el lector Iuri Barreto, citado por el columnista Maurício Stycer.
No todos los actores tienen la edad del personaje, ni 'envejecen igual' en estos 20 años. Gabriela Duarte, de 40, se transforma en su madre Regina ¡de 69! A Thiago Martins, de 28, le va peor. Se transforma en José Mayer, de 67. Tarcício Meira fue rejuvenecido con maquillaje y un software especial quitarrugas y Vera Holtz, sólo tiene derecho a una peluca...
A la lista de Barreto agregaría a Lacerda y Maurício Destri (demasiado enclenque para transformarse así)
A Chay y Gianne, cuyos atractivos son totalmente diferentes (aunque se parezcan más).
...y a la Drummond que parece una flor pálida ante la belleza exuberante de la Cacau.