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    • Walcyr Carrasco
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    Por: Antón Vélez Bichkov ©

    Sucedió de nuevo: la pluma maldita de la Globo, el niño mimado de los públicos, Walcyr Carrasco, vuelve a reinar en el horario estelar.

    A dona do pedaço, actual novela de las 9, ha marcado audiencias astronómicas que en cifras del año 2000 equivaldrían a ¡75 puntos!

    Sería irreverente, casi una profanación compararlo con La Maga. Pero hay varios puntos de contacto entre Janete Clair, la dueña absoluta de los ratings y él, que va camino a serlo.

    El primero es la tempestuosa relación con la crítica.

    La muerte la colocó en un altar. Pero mucho que ardió en el infierno de los especialistas... que nunca economizaron verbos para emplazarla.

    Con Carrasco, la prensa — de la que formó parte un día — siempre tiene listo el regaño... Muchos de ellos merecidos. Y otros tantos escritos en piloto automático y con programada antipatía.

    Brasil es un país de etiquetas y basta con ganarse una para quedar marcado de por vida.

    En su caso, como muchos otros, es chic, parte de la expectativa social, hablar pestes del creador y sus criaturas.

    Como la Clair, Carrasco, produce y produce, contrario a sus colegas que se toman vacaciones cada vez más espaciadas.

    Obvio, que son los nueve meses más tensos de la vida. 40 cuartillas de texto por día. Más todas las funciones 'burocráticas'.

    Con su rutina de escaletas y distribución de escenas, el titular de hoy es un administrador de la escritura.

    Un ser cansado. Casi mercenario, que sólo busca cubrir su turno y si es posible con buen rating.

    Si no sucede... paciencia. Otra vez será. Al final, ahí está el currículum, la fama acumulada y la Globo siempre gana. Incluso, cuando a ojos vista pierde...

    Pocos, casi nadie, escriben solos. Como lo hacía ella. Como lo hacía él mismo hasta hace poco.

    Pero el autor encara este suplicio con un espíritu envidiable. Ha estado a las 6, a las 7, a las 11, a las 9... incluso en horario infantil, con El rancho del pájaro amarillo.

    Y lo que es más importante: con pausas que en el presente se creen imposibles, pues — como dije — la mente y el talento deben descansar...

    Hay muchas cosas que ver en París o Nueva York para ponerse a escribir novelas...

    (foto: Tudo isto é TV)
    Diría que es ese espíritu que lo empuja al éxito. Un cóctel de pasión y profesionalismo que consigue el milagro de la audiencia. 

    Quizás no llore como Janete cuando veía sus capítulos. Pero tampoco sufre como lo hacen sus compadres cuando elaboran un libreto.

    De hecho, según dice, los escribe en cuatro horas, un récord para cualquiera que trabaje con el habla.

    Tal velocidad no deja que aflore el sentido crítico. Lo suyo es teclear. Potenciar la eficiencia.

    Como todo brujo, tiene sus trucos. Algunos, parecen 'magia'...

    Pero la mayoría nace de esa intimidad tan rara que tiene con el melodrama.

    Como Janete Clair, Carrasco sabe lo que da novela y no tiene miedo a explotarlo. 

    La fabricante de sueños, como la bautizó Artur Xexéu, tampoco se obcecaba con el acabado psicológico de sus obras. Tenía otro foco.

    Según G. Braga, su nivel de auto-exigencia era proporcional a su repertorio menos rebuscado.

    La narrativa de la Clair era directa, sin demasiadas inflexiones ocultas. Todo estaba ahí.

    Eso no implica que no hubiera buenas dosis de osadía. Pero ella comunicaba desde la sencillez.

    Un apellido que le cabe a Carrasco, cuyos textos a veces hieren el oído, pero sin duda llegan.

    Ya lo dijo Elizabeth Savalla, actriz-fetiche de los dos:

    «Él tiene una 'carpintería' fantástica. No es prolijo. Al contrario: las escenas son cortas y él no tiene miedo del sueño, de la fantasía, en lo que también me recuerda a Janete Clair». (24/12/2005)

    A buen entendedor... con pocas palabras basta.




    Filosofía... de supermercado


    Como cualquiera, tanto Janete, como Walcyr tuvieron sus bajas. Los últimos años de La Maga no fueron los mejores. Ya no entendía al público, que encontró en Gilberto Braga — pupilo y heredero — un sucedáneo más moderno. Carrasco se las vio negras con A padroeira (novela no exportada) y Siete pecados (la única que se salió de su esquema). Pero el aura infalible les queda.

    El otro lado del paraíso - un éxito que recorre las Américas
    Obvio, que la productividad impone límites. Sólo los genios generan sin repetirse.

    Tampoco es que el resto de los autores se esmere demasiado para renovarse. La mayoría ha caído en una indecente secuencia de auto-plagios, que incluye los cliché establecidos y los suyos propios

    Carrasco no tiene escrúpulos. Tiene ínfulas. Como todos los que crean. Pero, que yo sepa, no pretende entrar en la Academia brasileña de letras.

    Su universo, según denuncian sus twits, es básico.

    A menos que sea un 'ego lírico', una cara mediática, para ocultar la verdadera, él vibra en una cuerda muy próxima a aquellos a los que escribe.

    Por eso resulta muy potable para la masa e indigno para quien, incluso en la novela, apuesta por una escritura menos rasa. 

    Un copycat que ha llevado el oficio de reproducir a un escalón tan alto que ya clasifica como 'talento'.


    El principal mérito de A dona do pedaço sería la habilidad con que se han engranado sus partes.

    Tras un comienzo confuso, con un preludio áspero que disonaba con la banalidad que se veía en el resto de la trama, la historia no ha hecho más que crecer.

    Había en el pastel demasiados ingredientes. Cada núcleo podía generar una telenovela a parte.

    Entonces, su adorno más visible era el retrato de usos y costumbres de São Paulo, en una veta sociológica más digna del mencionado Gilberto Braga.

    La Nueva York del sur aparecía en el más íntimo detalle de las conversaciones y comportamientos.

    Pero su foco no quedaba claro. Hasta que no cuajara no se podría ver a dónde iba.

    Y sucedió. Todos los caminos se juntaron en Roma. El guionista sembró y ahora cosecha sus frutos.

    Carrasco, no es Aguinaldo Silva, que ahorra trama. Como la tiene calculada no teme soltar los perros, ni que la fatiga lo muerda.

    Algo parecido sucedió en Rastros de mentiras, que fue alternando etapas con fluidez y en un constante crecendo.

    La suerte lo acompaña y salvo los ajustes puntuales, no tiene que correr demasiado los ejes de sus series.
    «La novela no respeta la inteligencia del público» - dicen
    Resalta, la habilidad con que integró a Fabiana, malvada secundaria que causaba estragos en la subtrama de Vivi Guedes y ahora está en la línea central.

    Hace tiempo no sentía placer viendo a una villana y aquí, sin dudas, el mérito es de Nathália Dill.

    Josiane — la hija desalmada — es de estilo antipático. Gritona, humillante, sin encanto...

    Para colmo, el carisma de la heroína es tan grande que es inevitable que todos la odiemos (aunque sus motivaciones no resultan tan anormales e imposibles, como afirma la mayoría).

    La pastelera Maria da Paz prueba una vez más la fuerza del arquetipo de la madre abnegada y auto-superada (Raquel, Maria do Carmo 1, Maria do Carmo 2, Pereirón...).

    Lo que lo vuelve el formato más exitoso de telenovela en Brasil (en el modelo mexicano sería El derecho de nacer).

    No hay nada más fuerte para el pueblo que ver a la heroína vendiendo pasteles en plena calle después de haber sido millonaria. 

    Pareja ardiente...
    Con Fabi, sin embargo, no me pasa igual.

    La sobrina ignorada de Maria da Paz, de niña se pierde en las calles de una ciudad y termina en un convento, donde — según parece — le dieron un entrenamiento de espía. Sus uñas, cada vez más largas, fueron apareciendo desde la retaguardia y ahora amenazan a la propia Maria...

    Su química con Caio Castro (Rock) fue uno de los puntos altos del principio.

    La química hecha pareja...
    Pero si algo se ha robado el corazón de los brasileños es la pareja de Vivi y Chiclete. Paolla de Oliveira y Sérgio Guizé sueltan chispas en la pantalla y a pesar de los enredos — algunos que retan la inteligencia — sus amores perros tienen un espacio en la galería de las Grandes parejas románticas.

    Entre la comedia y la farsa... el portugués 'no percibía' que Britney era trans...
    En este caso el merchandising social está menos inflado que En el otro lado del paraíso, en que se le acusó de prestar flacos servicios a la discusión de temas polémicos como racismo, homosexualidad, pedofilia e incluso el enanismo.

    El único asunto espinoso a la vista  — el de la trans — no causa muertos, ni heridos.

    Hubo un ensayo de polémica cuando trascendió que Silvio de Abreu, jefe de la dramaturgia novelada, le impuso un tono menos ofensivo a la reciente revelación de su sexo real.

    No obstante a ello, el tratamiento — muy orientado a la comedia — no es abiertamente transfóbico, ni perjudica la imagen del personaje, por primera vez interpretado por un transexual real (Glamour Garcia). Recordemos que la Ivana de Querer sin límites era una muchacha hetero.

    Me atrevería a decir que el autor repetirá la proeza que consiguió con Félix, el primer villano gay, que no sólo fue aceptado, sino que se volvió el héroe de la historia. Ahora va a conseguir que apoyemos la pareja del portugués Abel (Pedro Carvalho, magnífico en el papel) y la trans. 

    La superficialidad de que lo acusan, quizás sea su mejor receta para empezar a curar los prejuicios...

    El otro asunto de interés 'social' es la compra de seguidores en las redes sociales. Es el book rosa del momento.

    Ayer supimos que la última tendencia es comprar comentarios ('inteligencia artificial', que según diría el poeta, sólo dice sí).

    Parece increíble, pero ya hay robots que se dedican a ensalzar lo que se le ponga delante. Incluso algunos grandes — según Walcyr — sucumben ante la argucia y toman ese atajo hacia la fama...

     
    El humor, nuevamente trae a Marco Nanini y Rosi Campos (¡Qué vida buena!) y agrega un cast de lujo con Betty Faria, Tonico Pereira, Suelly Franco, junto al ya habitual Ary Fontoura.

    Pocas, pero buenas son las intervenciones de este núcleo. Sobre todo Nanini, que está soberbio en su rol.

    Otra que brilla en la nómima es Mónica Iozzi (Kim), cuya pareja con Anderson di Rizzi (Márcio), aporta grandes momentos de simpatía. 

    Ya apareció el 'puerquito de Walcyr'. ¡Todas sus novelas, tienen una mascota-oreja!

    De su estilo, lo único que no hemos vistos son los tortazos. Pese a que tortas es lo que se sobra. Al final, uno de los escenarios principales es una pastelería, donde abundan los dulces y el merengue.

    ¿Creada o amasada?
    Criticadísima por los fans más recalcitrantes y por algunos especialistas, A dona... trae una innovación casi imperceptible de lenguaje que supera otros modos de narrar y tratar tenidos como osados (nominalmente, los de Manoel Carlos, cuyas Mujeres apasionadas se tiene en un sitial, siendo una novela convencionalísima, incluso retrógrada, como casi todo lo que escribió).

    Ya tuvimos pruebas cuando Agno no sólo neutraliza el chantaje de Fabiana, sino que le dice que le quitará el novio.También en su salida del clóset. Muy naturales y al mismo tiempo realistas son las escenas que incluyen los núcleos femeninos del relato. Detalles aquí en nuestro Facebook.

    La simpleza como 'talento'
    Quien dice que su material es desechable, exagera.

    El novelero nato se conoce al dedillo las principales líneas y secuencias y sabe identificarlas.

    Carrasco consigue hacer escenas novedosas que tal vez no se inscriban en las páginas doradas de la dramaturgia, pero sí constituyen un paso de avance en el escalafón televisivo.

    El mérito de una telenovela es hacer más o menos la misma historia, pareciendo que es algo nuevo.

    También ser imprevisible, sin que deje de traicionar nuestra 'intuición'.

    Al público le gusta 'adivinar' lo que está por venir. Y más le gusta que se cumpla su expectativa. Hacer un juego que reconcilie ambos lados, ayuda al éxito.

    Walcyr está lográndolo. Incluso, cuando los diálogos siguen sin ese gran vuelo, no se les puede negar una autenticidad, que es parte de ese 'nuevo lenguaje'.

    ¿Cómo hablaría la gente si fuera a decir eso? Si es así y no es irritantemente telegráfico, entonces está bien escrito. Digan lo que digan los 'huérfanos del paraíso'.



    Los defectos. Es fuerte, sí, pero también es muy artificial el conflicto de Chiclete que, sin saberlo, fue contratado para matar a la mujer de la cual se enamoraría como un loco.

    Carrasco creó un tonto equívoco en que el matón se confunde y piensa que la víctima es Kim.

    Mas llega el momento de la verdad y el padre de la chica, muerta por culpa de Otávio, padre adoptivo de Vivi, ¡le exige resultados! El trabajo está pago y el honor no se vende.

    Su corazón se parte en dos por la dura tarea que le toca hacer. Pregunta: ¿y no puede matar al mandante?

    Hasta ahora, Ricardo, como consta en su DNI, no ha mostrado escrúpulos para disparar...

    ¿Por qué sufrir por gusto? ¡Muerto el perro, se acabó la rabia!

    Sin atisbo de vergüenza, el autor trae la tercera redención seguida, inaugurada por Félix, seguida por Gael y ahora con Régis que tras desfalcar a Maria y recibir un tiro de ella, descubre que ¡la ama!

    Hay poco desarrollo de la línea romántica con Amadeo (Marcos Palmeira) que, se supone, sea el galán y par amoroso de La pastelera.

    Así, difícil que alguien se divida entre Palmeira y Reinaldo Gianecchini. Si es la idea futura.

    En el plano formal A dona do pedaço tiene la peor escenografía ever y un banda sonora cargada de temas en inglés.

    La puesta, no tiene momentos descollantes y responde al planteamiento estético que se impuso: una producción meridiana, sin complicaciones y totalmente inteligible (a nivel temático y visual).


    Reverencia... ¿auténtica o calculada?
    En días recientes, Antero como un don Rafael del Junco sufre un ACV y pierde la memoria, siendo quien conoce dónde está el documento que le permite a Maria recuperar sus propiedades.

    Delicioso recurso que, al menos a mí, no me cansa... siempre y cuando se use bien.

    Al final, la telenovela no debe respetar la inteligencia, sino estimular la emoción.

    Los hermanos Coraje... el primer gran éxito de Janete Clair y la TV Globo

    En la Globo, todos se esmeran en el capítulo de estreno y A dona do pedaço no es la excepción.

    Con la misión de romper la maldición sobre el rating que lanzó la equívoca y sombría O sétimo guardião, el debut de la nueva obra de Walcyr Carrasco no podía ser más adecuado.

    El lirismo de la imagen, casi onírica, la calidez de las relaciones prueban una pericia técnico-artística que no nos cansamos de recalcar.

    Sobre todo cuando a nivel mundial la telenovela ha crecido en visualidad y en menor medida en contenido, pero la producción brasileña sigue varios pasos adelante. 

    El autor sabe que lo que viene es plomo (literalmente), por ello en los primeros minutos de emisión nos dibuja - apoyado, claro está, en las artes de la dirección - los múltiples rostros de la ternura.


    Ello prueba que un guionista es algo más que un escribidor de diálogos o un perfilador de esbozos que luego ganarán vida en manos de un director.

    Es alguien que sabe conjurar bien los elementos narrativos y psicológicos para obtener una reacción. 

    Justamente, un repostero que sabe combinar la receta para el deleite de su audiencia.

    Cuando el repostero es bueno, la receta sale.

    Cuando no... la levadura no funciona y la tarta se desinfla.

    Y Carrasco, con todos los lastres de su texto pobre y la casi descarada falta de originalidad, le sabe al oficio del melodrama. 

    Obvio, como he dicho en otras ocasiones, sus guiones crecen gracias a la maquinaria de la empresa.

    Usando los ropajes del cine de autor nos pasan gato por liebre y transforman una obra mediana desde el punto de vista de dramaturgia y libreto, en un producto 'de exportación'.

    Con todo y eso, hay una inconsistencia estilística, notoria desde el principio mismo.


    De la elegancia de una imagen casi pintada al óleo y de tomas en que predominan los colores serios, con una austeridad generalizada, pasamos a una abertura totalmente frívola, que responde en calidad y grado al tema de fondo (la repostería) y que es como un comercial de dulcería.

    Para colmo sazonada con un samba común (vulgar diría yo), con una letra predecible sobre el poder del sacrificio y la superación personal y una orquestación al uso (por más que la Globo la pasara por su tamiz para ajustarla a su 'categoría').

    El logotipo, perfilado en crema (foto), parece la identidad de un polvo de hornear de los años 50.

    El propio nombre tiene una doble lectura: A dona do pedaço (genéricamente 'la que manda'), y la del 'pedazo de pastel'.


    La causa, creo yo, es que A dona... es un pastelón gigante en que el dulcero ha metido no sólo todos los ingredientes que ha usado a lo largo de su carrera, sino los de los demás autores y estilos.

    Los aires 'caipira' (campestres), el oeste 'caboclo' (ya visto en El otro lado del paraíso), Romeo y Julieta, Chocolate con pimienta, Vale todo, Verdades secretas...

    Pasa por todo: por la criada que se vuelve rica (como Clara); seducida y abandonada; padre que no sabe de su hija; hija que rechaza a su madre...

    Como Fátima (Vale todo), Josiane se avergüenza de su nombre por creerlo cursi.

    La variación del momento es que Jô, como prefiere ser llamada, no hace evidente su desprecio y finge un amor por su progenitora.

    Aunque por atrás le clave el puñal con Régis, su amante, a quien pretende enredar amorosamente con ésta para sacarle plata.

    La propia heroína tiene un deje muy semejante a la Raquel de Regina Duarte que como ella se hace rica vendiendo comida.


    Los primeros 25 minutos se van en suspiros y charlas. Luego la trama progresa...

    Amadeo (Marcos Palmeira), salva a Maria da Paz (!) (Juliana Paes), que va a caballo directo al abismo; se enamoran y a pesar de las pugnas entre los dos bandos a los que pertenecen (dos clanes de pistoleros - justicieros según la jerga de la obra), logran sellar un pacto de no agresión y llegar al altar.

    ¡Pero, la vida está llena de recovecos y Amadeo recibe un tiro por la espalda impidiendo el matrimonio!


    Juliana Paes (mucho mejor en esta primera etapa) y Marcos Palmeira (el único novato en este elenco de copia & pega), lucen obviamente mayores de la edad de sus personajes.

    Ni la 'magia' de la técnica logra 'rejuvenecerlos' y lucen demasiado ajados

    ¿Sería más adecuado entrar con un elenco joven y cambiarlo en la siguiente fase?

    No sabemos en qué se basó Amora Mautner y equipo para optar por esta variante.


    Sucede aquí como en su novela anterior: no hay deseo de quiero más. Pero como ya conocemos su punto y su sazón, obviamente le seguiremos la pista.

    Personalmente creo que para la historia que viene este apéndice era totalmente prescindible.

    Es que no existe un nexo nítido e indispensable entre esta fase áspera y la fase amena de los pasteles e intrigas noveleras.

    Esto acentúa el bache estilístico que mentamos líneas arriba.

    Cierto que Carrasco siempre trabajó desde el universo rural tan íntimo al estado de São Paulo, mercado de referencia para la 'tarta' publicitaria.

    Pero aquí, al asumir una gravedad a lo Benedito Ruy Barbosa, luce impostado, como quien imita - justamente a este autor, muy dado a ese tipo de relato agresivo, falsamente trascendente y progresista.

    Al parecer, es la única violencia que el público está dispuesto a asumir: la violencia casi mitológica que nace de la dureza moral de la vida campestre.

    O sea: que si disparan o matan es por honor, como en los viejos tiempos, no por mezquindad o pobreza.


    Nuevamente, el texto es la principal piedra en el zapato de Carrasco.

    No hay persona viva que sea capaz de decir un parlamento como el que citamos a continuación:

    "Mi amigo, ya maté a mucha gente por encargo. Mira [para mis manos], sólo mato por necesidad porque necesitamos vivir. Pero tu caso es diferente. Dios sabe que no querría ensuciar mis manos de sangre si no es por encargo (...) Dios sabe que mis parientes y yo matamos con el corazón puro. Voy a tener que matarte".
    Sencillamente, no es coherente con el perfil psicológico de quien lo profiere. Este es un matón. Un hombre seco que como dice 'mata por necesidad' (por dinero). No es filósofo, ni lleva tanta palabrería. El diálogo debía ser tan seco como el ambiente que retrata, no obstante a ser un diálogo de novela que se caracteriza siempre por un exceso verbal y emotivo.

    Dicho en otras palabras: esta gente no habla así. Y lo más probable que ni hable. Punto.

    La carnicería del primer capítulo encontrará ecos en los siguientes en que Fernanda Montenegro (la matriarca 'Dulce'), prueba la dureza de su carácter contrastante con su elocuente nombre.


    La fase sigue así, 'dura', con asesinatos y giros bruscos, en medio de una estética de 'serie'.

    La segunda, viene con mayor variedad temática, aunque con un evidente exceso de núcleos y personajes.

    Cada subtrama es en sí una mini-novela, con su eje, su protagónico, su antagonista y caracteres secundarios.

    Eso lleva a un nivel de confusión que, incluso los que estamos acostumbrados a seguir la multiplicidad de las novelas brasileñas, no nos permite hacernos la idea exacta de qué trata la historia.

    Rastros de mentiras (Amor à vida) fue bastante 'depurada' para su exportación. Por ello, funcionó muy bien. Otro gallo cantaría si la dejaban tal cual se vio en Brasil. 

    Nuevamente, esto tiene una causa práctica: la necesidad de darle cabida a tantas estrellas que no tendrían espacio en personajes de poca monta.

    También, el deseo del autor de darle empleo a viejos amigos y eficientes actores.

    Como dijimos en las redes A dona... es un un jumbo, un almacén de intérpretes y figuras, cuya enumeración aumentaría exponencialmente este comentario. 

    Eso es tendencia vieja, que no siempre dio buenos resultados (vean las novelas de Glória Perez o Manoel Carlos).

    Mezcla de estilos: novela rosa, con preludio de oeste criollo,y aires de cinema noir... aquí, el lado rural, bien estilizado
    Vieja es también la receta de incluir la comida en el eje dramático. Está 'científicamente' probado que comida y novela son viejas amigas (como comenté un día).

    Ello no sólo sirve para estimular las enzimas, sino para vender.

    En Terra nostra se lanzó una línea de pastas y salsas, cuya popularidad fue impulsada por las múltiples referencias a la culinaria italiana que tenía.

    La nieta aprende de la abuela el arte que la hará grande: hacer pasteles
    Evidencias, famoso en América Latina por Ana Gabriel, pero compuesto por el brasileño José Augusto, sirve de tema de amor y es otro elemento anacrónico.

    Ante el aire ríspido que domina en las primeras emisiones, la sacarina de Chitãozinho & Xororó está un poco fuera de lugar.

    Por más que en la vida real, esta sea la banda sonora de la gente del campo (y más allá... no nos llamemos a engaño; el brasileño no logrado romper con su próximo pasado rural).


    Pero esa parece ser la intención: una novela que dispare a todos los lados. Si da en la diana, sólo el tiempo dirá. A priori, hay que decir que en su tercer lunes llegó a los 37 puntos. Ocho más de lo que dio la antecesora en sus 27 semanas de horrores. Su estreno llegó a los 33. Viendo aquella y esta, se hace evidente la razón. (© Antón Vélez Bichkov)

    Esta era la imagen que realmente pegaba con el título del material, pero como mismo hizo la dirección utilizamos la imagen más linda y elegante... lo dicho: ¡gato por liebre!
    Creador y criatura (durante el lanzamiento de la trama)

    Walcyr Carrasco sabe escribir novela. Por lo menos sabe llamar la atención. El estreno de ¡Qué vida buena! (qué horrible título), rompió el récord de presentación más breve de un relato: ¡en dos minutos, condensó lo que a El derecho de nacer original le llevó veinte episodios!

    Nunca un preámbulo ha sido tan sintético y efectivo. Sólo en CSI, cuyos teasers, a mi criterio, son los más fulminantes y precisos de la industria. 


    Obvio, ante tanto ensayo, ya era hora de alcanzar ese poder de síntesis. La historia del bebé abandonado en un río se viene contando desde que Moisés sufrió idéntico destino. Lo he dicho en varios comentarios.

    En diálogos telegráficos, sin muchas sutileza, como le son típicos, Carrasco acomoda en el primer bloque la infancia de Candinho, que aunque empezó con el pie izquierdo, tocó las puertas de la suerte al ser encontrado por Eponina (Rosi Campos), Quinzinho (Ary Fontoura) y Cunegunda (Elizabeth Savalla), la única que le hace el feo, porque los demás lo adoptan como si fuera suyo, a pesar que con el tiempo y la remisión de la ansiedad, tuvieron sus propios hijos.


    Una secuencia que mezcla tomas de la época con escenas de ficción, hace el tránsito ente el hoy y el ayer y ante nosotros está Serguio Guizé, el Candinho actual y la apertura juguetona en la que se destaca el nombre de Jorge Fernando (viejo compañero de aventuras del autor).

    No pasa mucho y, amén de la damita joven (Filó - Déborah Nascimento), Carrasco nos regala uno de sus ingredientes favoritos: el animalito confidente y el chiquero en el que habrán de caerse muchos.

    Como toda criatura de tío Walcyr, Candinho conversa con los bestias. Y como quien no quiere caldo, recibe tres tazas, hay un gallo, un puerco y un burro, que servirá de compañero y símbolo de este héroe, inspirado - expresamente - en el Cándido y el optimismo de Voltaire.

    Festival de clichés, que no permite siquiera algún que otro giro original en la reseña, se recicla el motivo de la chica que se casa con el viejo para abonar una deuda. No sé qué lugar ocupará en los ranking de la telenovela, pero está muy bien situado.

    Como ya hizo Julio Jiménez en Las aguas mansas (y vaya Ud. a saber cuántos escritores más) se le hace un homenaje a la abuela del género: la radionovela, que habrá de acompañar la trama con apuntes paralelos y recalcará los sentimientos y emociones de los personajes.

    Un radio de bombilla difundirá las peripecias de Herencia de odio, dramón patrocinado por una firma jabonera.

    Rápidamente, nos roba la simpatía con una pareja medio estrafalaria: Pancracio (Marco Nanini) y la mentada Eponina que sienten una simpatía mutua, limpia y tímida.

    Carrasco opera bien con la anticipación. En medio del segundo bloque, ya anunció que Candinho no sabía servir la mesa. Y, como es de suponer, para el cierre se producirá el primer tortazo, con intriga de por medio (porque el culebrón sin un villano, aunque sea de emergencia, es como un entierro sin difunto).

    También sembrado en los minutos que siguen a la primera pausa comercial el romance de Candinho y Filó da flores. Entonces se produce el beso.

    Y, nuevamente, Carrasco, consigue embalar la situación: Candinho tiene que abandonar el lugar donde creció, compelido por los ímpetus de Cunegunda.

    Pero la cosa no para ahí: inspirado por el mentor, personaje clave en estas narrativas, Candinho descubre que su madre, la dueña del medallón que lo acompañó como marca distintiva, es la hija de un barón y que vive en São Paulo.

    Entonces la encontraré y me casaré con Filomena, anuncia el héroe, al que Pancracio le afirma: recuerda que pase lo que pase ¡esta vida es buena! (en portugués: êta mundo bom!). El reto está planteado.

    Mejor que ese, sólo el estreno de Alma gemela, que con idéntica concisión y capacidad de atrapar nos hizo acompañar la historia de Serena y Rafael hasta el capítulo final.

    Algo semejante pasó en Brasil con esta historia que la Globo lanzó a principios de este año, pero no ha tenido la difusión que su éxito auguraba. Así ha pasado con las tramas de época de Walcyr.

    Con meta de 20 puntos, Êta mundo bom! fue un fenómeno de audiencia con 27 puntos de promedio.

    Hazaña total en una época que los números se nivelaron como nunca y una novela de las seis, como es el caso, es capaz de llegar muy cerca de una estelar, que no rebasa los 25.


    La música sertajena, que vive incrustada en el imaginario del Brasil profundo y citadino, acompaña  con exactitud literaria cada escena, remitiendo a las emociones puras de la vida y los amores campestres.

    Detalle curioso, en los créditos de despedida, por primera vez, al menos para mí, constan los actores que participaron en el capítulo. La versión internacional quedó en 170 de los 190 originales. 

    Antón Vélez Bichkov ©
     


    Por: Antón Vélez Bichkov

    No sé si se fijarán en esos detalles, pero para mí son cruciales. Una novela va más allá de actuación y peripecias. Es vestuario, decorado, fotografía y música, cuyo uso puede levantar o hundir cualquier relato.

    Con la novela de Walcyr Carrasco está pasando algo raro: es un novelón, pero sin rostro de novela. Como si Mauro Mendonça, su director artístico, quisiera borrar cualquier atisbo de cliché de esta historia que como muchos vienen señalando patina en el lugar común y un sinfín 'referencias'.

    No es el sólo El conde de Montecristo, imposible de plagiar a estas alturas, por las veces que se ha llevado a la pantalla. Son las mil obras suyas o ajenas, que el escritor 'cita' o repite, sin un escrúpulo mayor, porque lo suyo es robar audiencia.

    Carrasco y Mendonça ya 'viajaron' juntos y el resultado los llevó al Emmy. Mendonça hijo, elevó a Carrasco a otra dimensión, dotando de densidad visual guiones poco elaborados.

    Creó atmósferas. Abrió o cerró cortinas – según el caso – e hizo lucir el producto como algo realmente meritorio (a nivel de contenido y dramaturgia).

    No es que Carrasco sea totalmente despreciable. Él sabe conjurar el éxito y entretiene bien. A veces se le sale el genio y da el puntillazo que revindica cualquier obviedad o simpleza. Pero seamos realistas: Walcyr no es un artífice del drama.

    Y para enmascararlo, el director – inteligente – como no puede revertir el texto, se vale de recursos de apoyo.

    O outro lado do paraíso, la actual novela de las 9, tiene un tratamiento musical de serie americana.

    Cuando la vean (si es que no la siguen ya) percibirán que la banda sonora incidental está atenuada, sin estrépitos y casi relegada a un segundo plano. Eso no le quita persistencia. Al punto de tornarse molesta en ciertos momentos y faltar en otros que necesitan subrayados.

    Hay algún que otro acorde que nos remite a los oestes. Ya había hablado de ese aire en la crítica de estreno. Hay también un énfasis en las cuerdas que siempre recalcan el dramatismo. Giros sinfónicos de allá acá, como unas olas, que dan matices de sombría trascendencia.

    Pocos le prestan atención consciente a la música que acompaña las escenas. Sin embargo, la banda sonora es la mitad de una telenovela que se respete y es factor crucial para la recepción y repercusión de una obra.

    O outro lado... viene registrando altísimas audiencias y el revestimiento audiovisual puede haber sido una carta de triunfo.

    Duda (Glória Pires) descubre que Clara (Bianca Bin) es su hija por un amuleto que le puso en la infancia

    En días recientes se cometió un asesinato. Sophia (foto arriba) mata a Laerte y Duda asume el crimen, pensando que su hija es la autora. Lo de la hija lo descubrió momentos antes. Por una cadenita.

    Clara no entiende su actitud y va a buscar satisfacciones, pero encuentra un cuerpo moribundo. Tratando de ayudar, retira la tijera de su espalda y en eso entra su flamante madre que toma el rábano por las hojas y con él, las culpas. ¡Un culebrón! Con todas las letras.

    Pero la puesta es un poco diferente. No es que se vaya del canon de la Globo. La Globo está ahí en todo el esplendor de su escuela. Hay producción. Hay cámara. Hay recursos. 

    Mas no es igual. La música es el primer separador de aguas. Como para no desbordar la copa del mal gusto, Mendonça (o quien sea), modera mucho el dramatismo.

    La escena es fuerte. Tiene vigor. No obstante, el tema de tensión no es estridente. Para comparar revivan Señora del destino y los asesinatos de la perversa Nazaré.

    Wolf Maia, director de ésta, fue también director de Rastros de mentiras que, a pesar de ciertos retoques en la imagen, era mucho más frontal, menos sutil. Bien a la altura de quien escribía.

    Como le pasó a Aguinaldo Silva con Rogério Gomes, dejar a Maia atrás, le hizo bien a Walcyr Carrasco. En este caso, el relato siempre está al galope, pero se refrena para que no sea fatigante.

    La ambientación, las luces, los grandes planos en espacios muy abiertos, hacen un poco frío el resultado. Una vez más, para quitarle el fuerte 'hedor' a drama de bajo calado.

    Un eco casi teatral deja entender que estamos en un gran estudio. Aunque a veces suene a locación real, cuyo audio es menos controlado que un foro.

    No creo haber oído ninguna canción en estos episodios. Sólo el de hoy. Y muy breve. Ambas.

    El elenco sale a flote a base de puro oficio. A Glória Pires la veo eficiente, pero no a toda máquina.

    Quizás debía verla más. En general, no es fácil sacar aquel libreto adelante y salir inmune.

    Que lo diga Thiago Fragoso que en su primera intervención nos presentó a Patrick su personaje del pi al pa. Sólo faltó la fecha de nacido y el número de identidad. 

    En honor a la verdad O outro lado do paraíso le debe más a Chocolate con pimienta que a Edmundo Dantes y sigue a pie juntillas la estructura clásica del patito feo.

    La crítica es más obvia que el guion. A estas alturas no vale decir que el éxito de una novela se debe a su poder de alienar. Eso es sabido.

    No quiere decir que la novela de Walcyr sea espléndida. Por el contrario, el éxito hasta unas semanas era exagerado. Hoy, la trama entró en el vendaval de emociones, los ratings se justifican más y tío Walcyr queda con su fama de infalible.

    A menos que se dé el 'apocalipsis', O outro lado... va a cerrar en alza. Bien alto para estos tiempos.

    Por: Antón Vélez Bichkov

    Una mezcla de oeste con cinema novo (o lo que más se parezca a ese cine latinoamericano de los horrores). Es la primera impresión que deja O outro lado do paraíso, telenovela de Walcyr Carrasco, que desde el pasado 23 octubre ocupa el horario estelar la Globo.

    Valiosos cinco minutos (casi seis) se consumen en presentaciones de un tema que, así, de pronto, nos parece agotado, como las minas de esta historia y que no estimulan demasiado el visionaje.

    Carrasco posterga el 'detonante' (aquello que nos prende), pero se lo toma en serio, al punto que hace estallar un carga de explosivos que se lleva la vida del ambicioso padre de la heroína.

    El autor se muestra osado, más que por el tema, por meterse en un campo que en realidad le queda grande: la amargura de lo agreste.



     

    Lo suyo es el melodrama rosa, con cara seria, destellos de profundidad, si lo llevan, con la superficialidad suficiente para no alejar a los asustadizos o los conservadores (hablamos de las obras de las 9 ó las 11). 

    Pero tiene un respaldo seguro en la maquinaria y la pericia de los creadores de la Globo, hoy en día, capaces de hacer cualquier cosa.

    Incluso producir con carta de legitimidad una 'película' sobre la vida dura del campo que hace la alegría de la crítica y los festivales de Europa.

    Sólo Dias Gomes o Benedito Ruy Barbosa se consideran duchos en este tipo de asunto. Al menos, sólo ellos nos convencieron que podían. Walcyr no.

    La música refuerza el tono country. Si no vimos a Sissy Spacek saliendo a servir café a su padre anciano al amanecer, quizás la veamos por ahí.

    Ni sé por qué me vino a la mente. Pero les juro que fue la primera idea tan pronto vi los créditos que a modo de serie/filme se insertan en unas imágenes de un molino perfilándose en el alba... 




    Elis Regina, en su fase social, cantando a Milton Nascimento (maestro de lo rural, lo comunal y la denuncia) ilustra escenas idílicas de la camaradería de los humildes que sabrá a izquierda, pero en los planos generales más recuerda un folleto de los Testigos de Jehová.

    Una dama de la actuación como Fernanda Montenegro le da sustancia a las partes de ¿forzado? misticismo que, en sus expresiones y gracias a la pericia del equipo, más que aceptables, las hace totalmente insertadas en el discurso. 

    El universo del campo aún destila cierto aire de real maravilloso. Sobre todo en un Brasil gigante e inexplorado.

    Otra grande de la escena, Glória Pires, se enfrenta al consumido argumento de la mujer que no encaja en el mundo de su marido. Casada con un hombre rico, Elizabeth, no es apta según las proyecciones de su suegro Natanael (Juca de Oliveira) y éste decide sacarla de circulación.

    Ok, es parte de la gramática novelera. La pregunta es por qué una reacción tan extemporánea, cuando el casamiento tiene años de consumado e incluso dio frutos.
    La justificación de Carrasco son las perspectivas de ascenso de su hijo en la carrera diplomática y los 'remilgos' de la mujer, que no lo secunda en sus ideas y prefiere más calor en el hogar.

    Ello redundará en una importante línea de la telenovela que este 7 de noviembre se concretó: el cambio de identidad de Elizabeth que cree haber asesinado a un hombre y tiene que huir.

    Sérgio Guizé, que lo acompañó en su último éxito Êta, mundo bom! (¡Qué vida buena!) encarna a Gael un pseudo-villano que, como sucedió en La favorita, invertirá sus papeles con Renato (un envejecido Rafael Cardoso), el real malvado de este trío que conforman con Bianca Bin (Clara).

    La protagonista también estuvo en la reciente novela de las 6 y a muchos les parece fuerte. A mí aún no me convence.



    Como ya es usual en las novelas actuales en el tercer cuarto del capítulo inicial la pareja central 'cuadra la caja'. Mejor así. No hay tiempo que perder.

    La solidaridad y credibilidad depende del carisma de los actores y del arte con que la dirección lo sepa plasmar, pues en términos de guion no hay espacio para desarrollar simpatía y solidaridad.

    Josafá, el abuelo de Clara, parece tan sorprendido como nosotros. A pesar de las breves intervenciones, Lima Duarte prueba su estirpe histriónica. No tanto Guizé que sigue con el aire atontado. Lo salva la voz grave.


    Por muy atinada que sea la dirección, tiene sus deslices. Por ejemplo: cuando los contrincantes quedan cara a cara, más que luchar por la moza, parece que están a punto de darse un beso. 

    Así se mantienen unos segundos, hasta que derivan en la típica pelea que es el comodín de toda trama sin asunto.

    Los diálogos, para variar, presentan altibajos. Pero en las novelas estelares Walcyr no trabaja solo, por eso no se los podemos achacar todos a él y la gran mayoría del elenco los saca con dignidad. 


    Aunque a veces se van 'notas falsas', modos de hablar que, a ojos vista, resultan artificiales o incluso ridículos, si no fuera por la calidad del reparto y la dirección de actores.

    El western emerge hasta en el vestuario (la camisa de Gael o las botas de Clara) y en la apertura. Impersonal tanto por las imágenes como la música.



     

    A diferencia de Verdades secretas, cuyo tufo de 'ya lo vi' te convidaba a seguirla (ver reseña), aquí no tengo deseos de hacerlo, pero lo haría porque estoy convencido que Carrasco es un buen fabulador e incluso dentro de lo común o lo gastado, de cuando en cuando logra unos giros que le garantizan un lugar en el olimpo de los novelistas.

    Si bien veo exagerado el número de subtramas y el deseo de impactar a toda costa, corrigiendo y aumentando temas que ya tocó y funcionaron en Amor à vida (Rastros de mentiras), es probable que el género pruebe una vez más su vitalidad y Walcyr su efectividad para conjurar la omisa fórmula del éxito.

    Eso sí, por ahora no se perfila ningún Félix que le lleve la novela... ¿tendrá que hacerlo a la antigua?

    O outro lado do paraíso (El otro lado del paraíso), se emite de lunes a sábado a las 21h00 por la TV Globo. Cuenta con dirección artística de Mauro Mendonça Filho. André Felipe Binder es su director general. Los guionistas que completan el cuarteto son Nelson Nadotti, Vinícius Vianna & Márcio Haiduck.

    Una telenovela puede volverse una gran familia. Que lo diga Walcyr Carrasco, que en su más reciente título ha reciclado buena parte de sus elencos previos.

    Algunas novedades (quizás ‘viejas aspiraciones’ del autor o estrellas del momento) diversifican el reparto lleno de caras conocidas.

    Pero básicamente son los mismos que ya vimos en todas sus novelas.

    Y cuando digo todas, es literalmente, pues Eta mundo bom! – reciente estreno de la Globo – es un gran refrito. Para variar.

    Una gran familia...

    Tras once años de ausencia, Carrasco vuelve al horario que lo vio ‘nacer’. Y lo hace con una propuesta expresamente reiterativa…

    Él es maestro del género cómico-rural. El horario lo ‘necesitaba’ y es obvio que esté como pez en el agua.

    Los diálogos le fluyen. Tienen muchas ocurrencias. Las situaciones son sólidas. Y el público está respondiendo. Nada más natural al ver ‘viejos amigos’.

    Increíble que la reincidencia lleve a unos al éxito y a otros al fracaso.

    Dicen, que la familia no se escoge. Pero aquí sólo se cocinó una vieja receta. Que incluye, además, al director, la banda sonora y el diseño gráfico.

    Equipo que está ganando, no se altera… y si lo hacen ‘bien’ más 'en todavía' (como dirían en el campo).

    Carlos Lombardi se quejaba que no todos los actores tenían tino para la comedia y eso lo obligaba a repetirlos. Y aun así hay que decir, de nuevo, que Walcyr, fue al seguro.

    Papá, querido papá...
    Nadie lo niega, el elenco es competente. Queda la duda si es por su talento o por la familiaridad con los tipos.

    La gran mayoría está en exactamente el mismo personaje que interpretó antes. Incluso, los que no han trabajado con Walcyr, siguen fieles a su estilo. 

    No vale la pena enumerarlos. Son tantos. Consumiría media página y, muy probable, su paciencia.

    Llama la atención la gran cantidad de estrellas. Eso quizás condicione que haya tres heroínas potenciales, por lo menos, dos villanas y muchos caracteres duplicados, incluso triplicados.  

    Filomena, Mafalda, María (Déborah Nascimento, Camila Queiroz y Bianca Bin) se disputan el puesto de la dama joven.

    Mientras que Priscila Fantim y Flávia Alessandra, malvadas por separado, ahora confluyen en una sola trama.

    Parece que el diablo, finalmente no se llevó su alma y como Serena, vuelve reencarnada... ;)

    Algo que no le funcionó a Gilberto y compañía en Mujeres ambiciosas (Babilonia, próxima a ser exhibida por el mundo).

    La cara de Sergio Guizé (Candinho) es perfecta para el tipo que interpreta.

    El burro... a la izquierda

    El cargadísimo acento paulista, es muy molesto. Y algunas actuaciones son demasiado encartonadas (para darle el aire ‘antiguo y formal’). En ese deseo de recalcar la formalidad, el portugués no siempre sale bien parado. Pero eso lo dejamos para los hablantes que sentirán mejor lo que es correcto o suena falso.

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