Ante el boom reciente de Los diez mandamientos en la Record, repasemos la novela que recolocó a la emisora en el mercado de la telenovela.
En
Brasil Globo es sinónimo de novela. Y la Esclava Isaura de la Record lo prueba con creces.
Basada
en un clásico de la TV brasileña la emisora de la competencia fue mimética en
todo – desde la cruz de Isaura hasta los grabados de la apertura – menos… en la
calidad dramática de la trama.
Tan
mexicana es su versión que nada extraña el éxito rotundo que tuvo en varios países
de América Latina. Particularmente, Chile, donde remontó los 30 puntos. Proeza
que no alcanzó ni Avenida Brasil,
todo un hito por allá.
Argumento
fantástico para el folletín, pierde brillo ante un texto atroz, absurdamente
didáctico y plagado de situaciones malamente delineadas.
Herval
Rossano, el director de ambas, parece atascado en el tiempo, con una
realización estática, bien al estilo de la ética y el público de esa Casa.
No
lo salva ni una producción más lujosa que la del 76, pero aún insuficiente si
la comparamos con la Globo. El cartón se le sale por los poros y los exteriores
siguen descoloridos y poco exuberantes.
Reciclado
en esta, en la piel del comendador Almeida, Rubens de Falco, vive en la memoria
colectiva del mundo, por su interpretación de Leoncio.
Pérfido,
pero sutil, el magistral actor captó el recado de un Gilberto Braga, que no
escatimó las artimañas del melodrama y, sin embargo, resultó mil veces más
comedido que el adaptador de ésta.
Imperdonable
es este ser tarado, recrudecido por un Leopoldo Pacheco burdo, gritón y
demasiado aficionado a las muecas.
Mayara
Magri, actriz mediana de los 80, vuelve en planos estelares, gracias a sus
lazos con Rossano, con un personaje totalmente inédito e inflado, al punto de atentar
contra el protagonismo de Isaura, cuya trayectoria, claro está, tampoco es muy
rica y requiere de injertos creativos.
Pero
aquí, francamente, se les fue la mano. La liberalidad de Tomasia, que se
permite el sexo pre-matrimonial, aún con la esperanza de la boda, es casi tan
improbable como la esclava, reconocida por su padre, el hacendado.
Los
atrevidos diálogos y los reclamos de paternidad de Rosa, están fuera de
cualquier racionalidad, incluso la ficticia. Mucho menos su posterior
equiparación con la sucesión legítima.
Una
sociedad que despreció a los hijos naturales hasta el otro día, no le abriría
las puertas al fruto de una sierva, triplemente repudiada, por su condición de mujer, de cautiva y de
negra.
El
yoruba macarrónico del principio y las garrafales pifias socio-históricas,
muestran un trabajo de investigación superficial y hasta desprecio por el
africano. Si bien se adentra en el tema afro amordazado en la otra por los
desmanes de la ‘prolífera’ censura.
Así
pues, Braga fue más que diplomático, cuando la consideró de una calidad similar
a la suya. ‘Bien hecha’, esta Isaura, esclava del mal gusto, no está…
De
cualquier modo, la serie marca un antes y un después en la producción dramática
de su emisora, que embarca hoy en las novelas bíblicas y una precuela de esta historia, llamada Esclava Madre, que recibió más tiempo del que
requería en el episodio uno y ahora se consagra por completo en una telenovela
aparte.
Lástima,
que ante el triunfo de los culebrones de ‘inspiración divina’ su transmisión
esté en una dramático veremos.
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